Carnet de conducir Conductores

Ésta es la pena de cárcel que le van a caer a dos alumnos de autoescuela: el motivo es para ver y no creer

Conducir

La carretera, ese espacio cotidiano por el que millones de personas transitan cada día, también puede convertirse en el escenario de los actos más insólitos. A veces, los hechos que ocurren en ella rozan lo absurdo y sacan a la luz situaciones que parecen sacadas de una película. Tal es el caso que recientemente ha dado de qué hablar en Huesca, donde dos ciudadanos, de 33 y 49 años, decidieron acudir a un curso de sensibilización vial… conduciendo. Lo curioso, o más bien preocupante, es que ninguno de los dos tenía permiso para ponerse al volante.

Uno de ellos había perdido todos los puntos del carnet, mientras que el otro estaba judicialmente inhabilitado para conducir. Aun así, ambos optaron por llegar a clase conduciendo sus propios vehículos. Lo que hicieron no es simplemente una infracción administrativa o un simple despiste: es un delito recogido en el Código Penal. Y como tal, puede tener penas serias, incluso de prisión.

Acuden a un curso de reeducación vial conduciendo sin carnet

Según fuentes oficiales, el Grupo de Investigación y Análisis de Tráfico (GIAT) de la Guardia Civil detectó a estos dos individuos cuando se dirigían a un centro homologado por la Dirección General de Tráfico (DGT) para asistir a un curso obligatorio de recuperación de puntos o de reeducación vial.

Uno de los hombres había perdido la totalidad de los puntos de su carnet de conducir, mientras que el otro había sido sancionado judicialmente con la retirada del carnet, lo que implica una prohibición expresa dictada por un juez. En ambos casos, la ley es clara: conducir sin permiso vigente está penado. No es una falta leve ni un error subsanable con una multa, sino un delito tipificado en el artículo 384 del Código Penal.

Este artículo establece que cualquier persona que conduzca un vehículo a motor o ciclomotor habiendo perdido la vigencia del permiso por pérdida total de puntos o tras haber sido privado del mismo por decisión judicial, incurrirá en un delito penal.

La pena prevista es clara y no da lugar a confusión: prisión de tres a seis meses, o bien una multa económica que puede ir de doce a veinticuatro meses, o trabajos en beneficio de la comunidad con una duración de entre 31 y 90 días. La ley ofrece estas tres alternativas porque deja en manos del juez la decisión final en función de las circunstancias del caso, el perfil de los acusados y su historial.

Ambos conductores han sido puestos a disposición judicial como presuntos autores de un delito contra la seguridad vial. A partir de ahora, se abrirá un proceso en el que se valorarán los hechos, las circunstancias personales de los acusados, y su actitud antes, durante y después del incidente.

Además, este delito tiene efectos adicionales. Si uno de los acusados tenía algún tipo de antecedente penal, la comisión de éste nuevo delito podría suponer la revocación de beneficios penitenciarios anteriores. También es probable que se les imponga una nueva inhabilitación para conducir durante un periodo determinado, que se suma a la ya existente.

¿Una lección para todos?

Este caso, tan llamativo como absurdo, debería servir como recordatorio de que las normas de tráfico no están ahí por capricho, y que la reincidencia o el desprecio por la legalidad pueden tener consecuencias muy serias. Es habitual encontrar entre ciertos sectores una actitud desafiante frente a las normas de circulación, como si estas fueran opcionales. Pero la carretera no es un lugar para tomarse libertades.

Más allá de la anécdota, lo sucedido nos invita a reflexionar sobre el nivel de conciencia cívica de algunos conductores, y sobre la eficacia de las medidas educativas frente a las sanciones penales. ¿Está funcionando el sistema de puntos? ¿Están realmente reeducando los cursos? ¿O simplemente se han convertido en un trámite para volver a conducir cuanto antes?

La actuación de la Guardia Civil en este caso ha sido clave para evitar que el delito pasara desapercibido. El GIAT no sólo vigila el cumplimiento de las normas, sino que también realiza labores de investigación y prevención. Detectar estos casos es parte de su trabajo, pero también lo es transmitir a la sociedad que las leyes están para cumplirse y que el control existe.

En definitiva, lo que comenzó como una jornada más en un centro de reeducación vial terminó convirtiéndose en una escena digna de una tragicomedia judicial. Dos hombres, que debían asistir a un curso para mejorar su comportamiento como conductores, decidieron llegar al mismo infringiendo una de las normas más básicas: no conducir si no tienes permiso.

Ahora, la decisión está en manos del sistema judicial. Pero más allá del castigo que finalmente reciban, lo que queda claro es que este tipo de situaciones son un reflejo de un problema más amplio: la falta de conciencia sobre la responsabilidad que implica conducir. Más allá de los puntos o las multas; es una cuestión de vidas en juego.

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